Este siempre me ha parecido uno de los capítulos más fascinantes de la economía mundial.
Imagina esto:
Un mundo que apenas salía de la Segunda Guerra Mundial se sentó en 1944 en un pequeño pueblo de New Hampshire, EE.UU., para diseñar un sistema económico que mantuviera la estabilidad y evitara otro caos financiero.
Y ahí nació Bretton Woods, que definió cómo funcionarían las finanzas globales por décadas.
La Misión
En palabras del entonces secretario del Tesoro de EE.UU., Henry Morgenthau, la misión era era “acabar con los males económicos — la devaluación competitiva y los obstáculos destructivos al comercio — que precedieron a la guerra actual.”
El acuerdo estableció que el dólar sería la moneda de referencia mundial, con el oro como respaldo.
O sea, el dólar se convirtió en “el rey de las divisas”, y todos los países ataban sus monedas al dólar. Este sistema trajo estabilidad, pero también convirtió a EE.UU. en una potencia indiscutible. Si querías comerciar, necesitabas dólares.
Nada dura para siempre
En los años 60 y 70, EE.UU. imprimió más dólares de los que podía respaldar con oro, generando dudas. Finalmente, en 1971, el presidente Nixon decidió romper con el acuerdo y dejó de respaldar el dólar en oro.
¡Adiós, Bretton Woods! El mundo cambió a un sistema de tipo de cambio flotante, donde las monedas fluyen según oferta y demanda.
Aunque Bretton Woods ya no existe, de ella nacieron instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, que aún influyen en cómo funcionan las economías.
¿Y hoy?
A pesar de esto, dólar y el oro siguen siendo muy interdependientes, y el precio del oro se mueve con cada política económica estadounidense.
Claro ejemplo es como, luego de alcanzar un récord histórico de casi USD 2.800 por onza, el oro se desplomó ante el resultado de las elecciones de EE.UU..
¿Y tú, por cuál vas? ¿Oro o dólar?